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Capitalismo: Horror sin fin

texasexplosionEditorial de Socialist Appeal no. 74 – El flujo de malas noticias parece fluir sin parar: tiroteos escolares desde Colorado hasta Connecticut. Derrumbes y explosiones de fábricas desde Bangladesh hasta Texas. Ataques terroristas desde Pakistán hasta Boston. Desmoronamiento de la infraestructura desde la Ciudad de México hasta Minneapolis. Secuestros y torturas desde Ciudad Juárez hasta Cleveland. Guerras y guerras civiles desde Siria hasta Somalia. Desempleo masivo desde Grecia hasta California ¿Cuáles son las raíces de esta ola imparable de miseria humana, incertidumbre y caos? ¿Qué puede hacer la mayoría de la sociedad al respecto?

 

El revolucionario ruso Vladimir Lenin caracterizó una vez al capitalismo como “horror sin fin.” Para los estadounidenses que vivían en los años de posguerra, esto puede haber parecido una exageración grandilocuente. Si uno se olvidaba de la Segunda Guerra Mundial e ignoraba las guerras, revoluciones y contrarrevoluciones en Asia, América Latina y África, las cosas parecían estar mejorando, al menos en términos materiales básicos. Claro, los capitalistas estaban ganando como nunca antes, y aunque el veneno del racismo, del sexismo, de la homofobia y de la xenofobia seguía sin disminuir, al menos la vida se volvía progresivamente mejor para millones de trabajadores, especialmente comparada con la década de 1930. Luego, después del colapso de la Unión Soviética, se decía que la historia misma se había terminado y que el capitalismo, aunque no era perfecto, era lo mejor que podíamos esperar. En palabras de Margaret Thatcher: “No hay alternativa”. Así que el mensaje fue que nos acostumbráramos al sistema y que estuviéramos dispuestos a pisotear a nuestros hermanos y hermanas si queríamos salir adelante.

Pero las cosas cambian. Desde el apoyo creciente al matrimonio entre personas del mismo sexo y a la igualdad de derechos para los trabajadores inmigrantes, hasta que la mayoría de los jóvenes dicen preferir el socialismo al capitalismo, la visión del mundo de los millones de estadounidenses está cambiando. Un paso gigante está ocurriendo a pesar de las confusiones inevitables por la ausencia de una alternativa clara. Y a pesar de la aparente apatía y distracción, la gente está empezando a darse cuenta de que los horrores que perjudican nuestras vidas son síntomas de un sistema socio-económico podrido y enfermo. En un sistema sano y vibrante, que creciera en todos los ámbitos y aumentara la calidad de vida de todos en armonía con el medio ambiente, tales pesadillas se convertirían en un recuerdo lejano. En cambio, las pesadillas son recurrentes y se multiplican. Mientras que el objetivo de lucro del capitalismo impregne las relaciones humanas, la crueldad monstruosa que vemos a nuestro alrededor sólo va a crecer.

La mayoría de los delitos se remontan a la pobreza, a la alienación, a la precariedad y a la desesperación. La ola creciente de austeridad sólo exacerbará la situación. Se estima que alrededor de 2,2 millones más de estadounidenses tendrían trabajo si no fuera por la austeridad. Ahora Obama pretende hacer lo que ningún Republicano ha logrado nunca: recortar la Seguridad Social y Medicare. ¿Cómo pueden recortes más profundos curar los orígenes de los problemas que enfrentamos?

sacrifice colorPero los marxistas no somos pesimistas. Mientras comprendemos y explicamos la amarga realidad del presente, estamos llenos de optimismo revolucionario hacia el futuro. Tenemos confianza invencible en la clase obrera y en la juventud. La posibilidad de revertir la situación es enorme. Tras los acontecimientos de Wisconsin y del movimiento Occupy, la actual oleada de huelgas y paros de los trabajadores de comida rápida es sólo la última indicación sintomática de que el descontento latente, tarde o temprano, estallará a escala masiva.

Desde la esclavitud hasta el feudalismo, todas las sociedades anteriores creían que eran la última palabra en la organización social, económica, política y humana. Pero los emperadores romanos y los déspotas feudales aprendieron por las malas que el cambio sí sucede. Esas sociedades también estaban polarizadas en líneas de clase y atormentadas por el pesimismo y la decadencia en los años previos a su colapso o derrocamiento.

La ola de violencia y brutalidad que barre los EE.UU. y el mundo conmociona y horroriza. A todos los trabajadores con conciencia de clase y a la juventud les repelen los horrores de este sistema. Un sistema enfermo conduce a una sociedad enferma. Una enfermedad exige un tratamiento. Es hora de que hagamos algo para poner fin a la misma. Es hora que añadamos el capitalismo al museo de reliquias de la historia humana. Esta es la razón por la cual la WIL y la CMI están luchando por el socialismo. Les invitamos a unirse a nosotros para luchar por esta perspectiva.

 


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