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Cómo luchar y ganar contra la austeridad

Editorial de la revista Socialist Appeal número 87

En medio de las sombrías noticias sobre ISIS, Boko Haram y los interminables asesinatos por parte de la policía de hombres negros desarmados, Europa ofrece más que un atisbo de emoción y verdadera esperanza. La victoria de Syriza en Grecia se ha recibido con entusiasmo en muchas partes del mundo. Podemos, en España, está sacudiendo las bases del tradicional bipartidismo político de la cuarta mayor economía de la eurozona. Los trabajadores griegos y españoles están mostrando el camino que ha de seguir la lucha global contra la austeridad. Sin embargo, estos partidos no han surgido de la nada. Son el resultado de un prolongado proceso de crisis y lucha de clases, de continuadas huelgas y movimientos sociales, de puesta a prueba de los dirigentes y organizaciones tradicionales, de ensayo y error, de pequeñas victorias y grandes derrotas. En definitiva, son el resultado de la experiencia de la vida misma.

Los trabajadores han aprendido que las movilizaciones masivas, luchas y huelgas generales ya no son suficientes. Estas formas de lucha deben combinarse con la acción política, y en esta dirección están dando los primeros pasos los trabajadores europeos. Pero incluso eso no será suficiente. Como así demostró el trato que la Troika dirigió al gobierno de Syriza, no puede haber ningún compromiso con el capitalismo. A menos que se rompa con este sistema y empecemos a construir el socialismo, la crisis seguirá destruyendo a la humanidad. En ausencia de una fuerte corriente marxista, se prolongará este proceso de creciente toma de conciencia política y de clase, que puede durar años e, incluso, décadas. Habrá flujos y reflujos, periodos de desorientación y clarividencia en las ideas. En medio de estos acontecimientos trascendentales, en los buenos y malos momentos, los compañeros de la CMI participan pacientemente y se preparan para
acontecimientos aún mayores por venir.

Aquí en los Estados Unidos, estamos en una fase anterior del proceso de transformación de la conciencia. Pero esto no significa que las cosas no puedan estallar. Similares condiciones conducen a resultados similares, y la crisis devastadora que sufren los trabajadores americanos, tarde o temprano, les obligará a sacar conclusiones parecidas. En 1887, Frederick Engels afirmaba, “que las masas trabajadoras sienten la causa común de sus miserias e intereses, su solidaridad como clase frente a todas las otras clases, que ellos para dar expresión y eficacia a este sentimiento ponen en movimiento la maquinaria política que está disponible en cada país libre —esto siempre es el primer paso. El próximo paso consiste en encontrar el remedio común para estos padecimientos comunes y en
expresarlos en el programa del nuevo partido proletario. Y este paso —el más importante y más difícil de todo el movimiento— que aún
queda por hacer en América . . . Deberá proclamar, como fin supremo, la conquista del poder político por la clase obrera, a fin de efectuar la apropiación directa de todos los medios de producción —tierra, ferrocarriles, minas, máquinas, etc—, por toda la sociedad y su realización por todos, y para beneficio de todos”.

Muchos acontecimientos han abortado en el proceso y, en la actualidad, la conciencia de clase de los trabajadores en muchos sentidos ha retrocedido. Pero esto no durará para siempre. Las duras condiciones de vida bajo el capitalismo convencerán a los trabajadores estadounidenses de la necesidad de un cambio real. En 2014, hubo solamente 11 paros laborales importantes en los que aproximadamente se vieron envueltos unos 1.000 trabajadores, lo que sitúan a 2014 en el penúltimo puesto si se comparan las estadísticas de huelgas desde 1947, (el mínimo fue en 2009, con 5 días registrados). En los últimos seis años, sólo ha habido 80 grandes huelgas o cierres patronales, más del 70% de estas luchas se dieron en los sectores de la sanidad, la asistencia social, la educación, la construcción y los sectores manufactureros. La razón es clara: con un ejército orgánico de desempleados languideciendo al margen del mercado laboral, los que tienen un puesto de trabajo tienen miedo de perder lo poco que tienen. La falta de una dirección sindical combativa que desafíe a la patronal tampoco ayuda. A pesar de un leve repunte del empleo en los últimos meses, el agujero que ha dejado la crisis sigue destapado. La tasa de población activa alcanza casi mínimos históricos, situándose en menos del 63%. Esto significa que el 37% de la población en edad laboral no puede ser empleada por el mercado capitalista. Es una tremenda pérdida del potencial humano.

Según la EDC (Agencia de Crédito para Exportaciones Canadiense) : “para hacerse una idea de lo que esto significa, si la población activa volviera a supromedio de antes de la crisis, la tasa de desempleo actual no sería del 5.7%, sino del 10.2%. Dicho más claramente, hay más de 7,5 millones de aspirantes actualmente en Estados Unidos en edad de trabajar que el mercado no puede absorber. Además, con el envejecimiento de la población es sabido que muchos de
estos trabajadores, ya mayores, simplemente no regresarán al mercado laboral. Un buen número son jóvenes licenciados, incapaces de conseguir un trabajo inmediato”.

La llamada ley, “Derecho al Trabajo”, acaba de ser aprobada en Wisconsin, es el vigésimo-quinto Estado en hacerlo, marcando un potencial punto de inflexión en el ataque de la patronal contra los trabajadores. El Departamento de Trabajo estima que el salario promedio de todas las ramas industriales de los Estados que firmaron esta ley era 4 dólares/hora menor que en otros Estados. Un estudio concluyó que como resultado de la nueva ley, los trabajadores de Wisconsin sufrirían una pérdida neta de ingresos de entre 3,89 y 4,82 mil millones de dólares al año. Son cambios importantes. Debido a la inacción y pasividad de los sindicatos, esta batalla se ha perdido, pero la guerra contra los recortes presupuestarios y la austeridad se propaga. No sólo en Wisconsin, sino en cada Estado, ciudad y municipio del país. Los capitalistas dicen “no hay suficiente para todos.” Al mismo tiempo, los beneficios alcanzados están en su nivel más alto desde hace al menos 85 años, mientras que el nivel de ingresos de los trabajadores está en su nivel más bajo registrado (desde hace 65 años). En 2013, los beneficios netos alcanzaron los 1,7 trillones de dólares, un 10% del PIB, el nivel más alto jamás registrado. ¿Existe alguna duda de que estas estadísticas están relacionadas? Bajo el capitalismo, bajos salarios significa mayores beneficios —y viceversa. No hay ninguna otra manera de hacerlo.

Lejos quedaron aquellos días en que los aumentos salariales y concesiones laborales se hacían posibles con la simple amenaza de una huelga. Los “malos tiempos” están de vuelta y, con ellos, el empeoramiento de los niveles de vida. Pero los trabajadores tienen el poder para luchar y ganar. Nuestro objetivo no debería ser simplemente “lanzar un mensaje”. Por ejemplo, la idea de una huelga general ha surgido otra vez en Wisconsin. Un paro generalizado podría paralizar la producción, golpeando a la patronal donde más le duele: en sus bolsillos. Más aún, en un país como Estados Unidos, se plantearía la pregunta, “¿Quién detenta realmente el poder político y económico en la sociedad?” No debería tomarse como una frase vacía o romántica. Tal desarrollo sería algo serio y tendría que ser cuidadosamente preparado de antemano, atrayendo al conjunto de la clase obrera y la juventud, elevando su nivel de conciencia política y, en última instancia, debería proponerse el objetivo de la transformación socialista de la sociedad. Para ello, se requiere una dirección revolucionaria clarividente con profundas raíces en la clase obrera; la amarga verdad de este asunto es que tal dirección todavía no existe. Pero puede construirse y se construirá. Esta es la tarea que se ha propuesto la CMI.